Mucho ha cambiado el objetivo de aprender el idioma inglés, el que a pesar de haber sido siempre la “lengua franca”, hace algunas décadas generalmente se estudiaba porque se debía viajar al extranjero por negocios o de vacaciones, para postular a un empleo en empresas estadounidenses o europeas o porque se trabajaba en una de ellas. Sin embargo hoy, debido a la globalización, no podemos sustraernos de estudiarlo. No en vano se dice que el nuevo “analfabeto” es quien no habla el idioma.
La imperiosa necesidad de interactuar con otras culturas, de mejorar nuestras oportunidades de estudio y trabajo y acceder a ese 50% de la información en Internet que se encuentra en inglés, ha convertido a este idioma en una llave de oro. Y aunque el currículum chileno hoy incorpora una visión integrada entre habilidades de expresión y comprensión del idioma, en la práctica se ha dejado de lado la enseñanza sistemática de la fonética, es decir, el estudio del conjunto de sonidos que conforman el idioma, la profundización en cómo y en qué lugar de nuestro aparato fonador se producen y la educación del oído para distinguirlos. Y es que la pronunciación es particularmente crítica en la enseñanza del inglés, ya que si cambiamos un sonido vocal o consonante, incluso si no se pronuncia adecuadamente un diptongo, se cambia la palabra.
¿Cómo pretendemos entonces que los nativos de dicha lengua entiendan nuestro discurso? No es que, por saberse nativos de la “lengua universal”, los angloparlantes no se den el trabajo de tratar de comprender, sino que simplemente NO entienden. En español tenemos cinco sonidos vocales y en inglés hay doce, es decir, ¡más del doble! Imagínese señor lector que un extranjero lo mira y alaba su lindo “palo” (pelo), o le pregunta por la “mona” (mina) a tajo abierto más grande del mundo, ¿cómo reaccionaría? Igual como reaccionó el Príncipe Harry en su visita a Chile cuando una periodista le preguntó si de aquí volvería directamente a London /london/ en vez de /lʌndən/. Simplemente NO contestó, ya que NO entendió. Una vez más, imagínese usted en Perú siendo interrogado por un periodista que le pregunta si piensa volver a Lomu. ¿Qué le respondería? Bueno, en el primer ejemplo, London, se cambiaron dos sonidos vocales, igual que en el segundo, es decir, Lomu en vez de Lima.
Son múltiples e interminables los ejemplos en la vida real con respecto a la confusión provocada por no pronunciar correctamente el inglés. A continuación, algunos de ellos:
- Para el mundo del trabajo: en una reunión de ejecutivos chilenos con un director japonés de una conocida multinacional japonesa, uno de dichos ejecutivos le pregunta al señor director sobre qué opina él del hecho que los gerentes latinoamericanos de la empresa fueran “basura” (chatarra o desperdicios). Muy molesto el director le pide que repita la pregunta, ya que NO entendió. Se comete el mismo error y esta vez el director se muestra absolutamente molesto. A un alumno que sí había estudiado fonética le “cae la teja” que lo que su colega había querido decir era “young” /jaŋ/, en vez de “junk” /dʒʌŋk/. En ese momento todos rieron, pero cuando el director japonés de despidió del interlocutor chileno, le dijo humorísticamente: “goodbye, Mr. Junk”.
- Una bien intencionada persona va a felicitar a otra por un premio que ésta ganó, pero en vez de preguntarle cuál había sido su “premio” (prize /praɪz/), le preguntó que cuál había sido su “precio” (price /praɪs/). Imagínense la expresión en el rostro del galardonado.
- Y, ¡cómo olvidar la no concretada entrevista de un cantante y animador chileno a un músico británico! Cuando nuestro compatriota le dijo que esa noche él no quería ser su “entretención” (fun /fʌn/), en vez de su “admirador”, (fan /fæn/). Como recordarán, el desorientado invitado prefirió ir a cantarle a sus “fans”, ignorando a nuestro querido animador.
Podrían agregarse muchas más embarazosas anécdotas ocurridas por el mal uso de la fonética, pero ello alargaría este artículo hasta el infinito.
Para finalizar, hay que tomar en cuenta que la fonética va acompañada, también, por el ritmo y el acento en palabras y oraciones. Cada idioma tiene su melodía e incluso hay distintas melodías dentro de una misma lengua. Consideremos nuestro propio idioma: la entonación del español de España no es la misma a la de Centroamérica, el norte de Sudamérica, Perú o Bolivia, Argentina o Uruguay, ni a nuestra particular manera de expresarnos en Chile. Esta entonación de distintas melodías es lo que denota el origen del hablante. Lo mismo con el inglés del Reino Unido, Estados Unidos y todos los países de habla inglesa. Tampoco la tonada del portugués de Portugal es igual a la de Brasil.
Por eso es tan importante tomar conciencia del aprendizaje de la maravillosa fonética en toda su magnitud, lo que nos evitará tantas vergüenzas y malentendidos. Por eso, a la hora de estudiar inglés, ¡exijamos la fonética!
Fuente: Educar Chile http://www.educarchile.cl/ech/pro/app/detalle?id=226559